Articulo



Palabras finales de Jesús en la cruz

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Desde el mediodía y hasta la media tarde quedó toda la tierra en oscuridad. A las tres de la tarde Jesús gritó a voz en cuello: —Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”). Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban cerca dijeron: —Escuchen, está llamando a Elías.
Un hombre corrió, empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera. —Déjenlo, a ver si viene Elías a bajarlo —dijo. Entonces Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró. (Marcos 15:33-37, NVI)

En sus tres primeras horas en la cruz, Jesús habló tres veces: le habló a quienes lo habían crucificado (Lucas 23:34), al ladrón que tenía a su lado (Lucas 23:43) y también a su madre y a Juan (Juan 19:25–27). Al llegar el mediodía, mientras las tinieblas lo llenaban todo, profirió lo que llamamos “el clamor del abandono”: Dios lo había abandonado.

Sin embargo, el clamor de Jesús desde la cruz se refiere a algo más que al abandono. Indica que Él estaba citando en su oración las palabras del Salmo 22, escrito por el rey David mil años antes de ese momento. A pesar de que este salmo comienza con un lamento de abandono, termina con un clamor de triunfo: “Vendrán, y anunciarán su justicia; a pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto”.

En la cruz, Jesús sabía que tendría la victoria. En sus horas más difíciles nos habló de su relación con el Padre, al usar dos veces el pronombre personal posesivo: “Dios mío, Dios mío”. En esos momentos cuando nos sintamos abandonados por Dios y por los demás, sigamos el ejemplo de Jesús. Aunque los cielos se oscurezcan, no estamos solos.

¡Dios siempre será nuestro Dios!

Los otros evangelios nos hablan de otras tres veces en que Jesús habló brevemente en los minutos finales de su agonía.

Su quinta palabra dicha desde la cruz fue: “Tengo sed” (Juan 19:28). Al principio, se había negado a beber una mezcla para aliviar sus sufrimientos (Marcos 15:23), con el fin de experimentar la cruz en su medida plena, y permanecer alerta de manera que pudiera hablar desde la cruz. La Madre Teresa tomó estas palabras de Jesús sobre su sed como tema para su propia vida, diciendo: “Nuestros actos de amor son hechos que sacian la sed de Jesús”.

La sexta palabra de Jesús desde la cruz fue: “Consumado es” (Juan 19:30). No dijo: “Estoy acabado”. ¡Sino que la obra que había venido a hacer, estaba hecha para siempre!

Un joven se acercó a un evangelista después de la última noche de reuniones evangelísticas. La multitud ya se había dispersado, pero el joven le imploró: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” El anciano evangelista le respondió: “Has llegado tarde”. 

egado tarde”. “¿Tarde?”, le preguntó el joven. “¡Me imagino que no se referirá a que la reunión ya se terminó!” El sabio evangelista le contestó: “¿Qué debes HACER tú para ser salvo? Tienes centenares de años de atraso. Consumado es. ¡Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo!” 

Jesús murió vencedor, con palabras de victoria en los labios. Todo el infierno las escuchó, y tembló. ¡Todo el cielo las escuchó y se regocijó!

Finalmente, Jesús citó una frase tomada del Salmo 31:5: “En tu mano encomiendo mi espíritu”. Era la primera oración que aprendía a repetir todo niño judío antes de dormir. A esa oración le añadió una palabra: “Padre” (Lucas 23:46). Esta sola palabra fue la que cambió todo. Dios es personal. Aun en la muerte misma, nuestra vida se encuentra en las manos de nuestro amoroso Padre Celestial.

GEORGE O. WOOD es superintendente general de las Asambleas de Dios.